María Montessori observó que los niños, a través del proceso de Normalización, adquirían una paz interior y un orden que se reflejaba exteriormente en la auto-disciplina y la obediencia a las reglas implantadas en un salón de clases en que éstos participaban.
Mientras la normalización va tomando lugar en un niño, la rudeza y otras desviaciones antisociables semejantes van desapareciendo y van siendo reemplazadas por un orden social que funciona realmente sin que el control y las correcciones del adulto dirigente sean necesarias. Por ello,
Montessori descubrió que los niños tenían un impulso natural para trabajar juntos, con cooperación y mucha armonía, sin necesidad o interés de recompensas y castigos. Una vez libres de las influencias perjudiciales del ambiente, éstos operaban de una forma ordenada y disciplinada.
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